Pudiera
ser
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Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido |
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no fuera más que aquello que nunca pudo ser, |
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no fuera más que algo vedado y reprimido |
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de familia en familia, de mujer en mujer. |
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Dicen que en los solares de mi gente, medido |
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estaba todo aquello que se debía hacer... |
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Dicen que silenciosas las mujeres han sido |
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de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser... |
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A veces en mi madre apuntaron antojos |
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de liberarse, pero, se le subió a los ojos |
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una honda amargura, y en la sombra lloró. |
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Y todo esto mordiente, vencido, mutilado, |
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todo esto que se hallaba en su alma encerrado, |
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pienso que sin quererlo lo he libertado yo. |
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Sugestión de un
sauce
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Debe existir una ciudad de musgo |
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cuyo cielo de grises, al tramonto, |
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cruzan ángeles verdes con las alas |
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caídas de cristal deshilachado. |
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Y unos fríos espejos en la yerba |
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a cuyos bordes inclinadas lloran |
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largas viudas de viento amarilloso |
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que el vidrio desdibuja balanceadas. |
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Y un punto en el espacio de colgantes |
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yuyales de agua; y una niña muerta |
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que va pensando sobre pies de trébol. |
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Y una gruta que llueve dulcemente |
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batracios vegetales que se estrellan, |
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nacientes hojas, sobre el blando limo. |
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TÚ ME QUIERES BLANCA |
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Tú me quieres alba, |
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Me quieres de espumas, |
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Me quieres de nácar. |
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Que sea azucena |
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Sobre todas, casta. |
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De perfume tenue. |
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Corola cerrada |
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Ni un rayo de luna |
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Filtrado me haya. |
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Ni una margarita |
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Se diga mi hermana. |
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Tú me quieres nívea, |
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Tú me quieres blanca, |
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Tú me quieres alba. |
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Tú que hubiste todas |
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Las copas a mano, |
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De frutos y mieles |
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Los labios morados. |
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Tú que en el banquete |
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Cubierto de pámpanos |
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Dejaste las carnes |
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Festejando a Baco. |
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Tú que en los jardines |
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Negros del Engaño |
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Vestido de rojo |
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Corriste al Estrago. |
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Tú que el esqueleto |
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Conservas intacto |
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No sé todavía |
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Por cuáles milagros, |
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Me pretendes blanca |
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(Dios te lo perdone), |
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Me pretendes casta |
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(Dios te lo perdone), |
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¡Me pretendes alba! |
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Huye hacia los bosques, |
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Vete a la montaña; |
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Límpiate la boca; |
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Vive en las cabañas; |
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Toca con las manos |
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La tierra mojada; |
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Alimenta el cuerpo |
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Con raíz amarga; |
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Bebe de las rocas; |
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Duerme sobre escarcha; |
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Renueva tejidos |
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Con salitre y agua; |
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Habla con los pájaros |
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Y lévate al alba. |
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Y cuando las carnes |
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Te sean tornadas, |
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Y cuando hayas puesto |
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En ellas el alma |
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Que por las alcobas |
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Se quedó enredada, |
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Entonces, buen hombre, |
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Preténdeme blanca, |
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Preténdeme nívea, |
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Preténdeme casta. |
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Sábado
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Me levanté temprano y anduve descalza |
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Por los corredores: bajé a los jardines |
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Y besé las plantas |
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Absorbí los vahos limpios de la tierra, |
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Tirada en la grama; |
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Me bañé en la fuente que verdes achiras |
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Circundan. Más tarde, mojados de agua |
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Peiné mis cabellos. Perfumé las manos |
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Con zumo oloroso de diamelas. Garzas |
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Quisquillosas, finas, |
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De mi falda hurtaron doradas migajas. |
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Luego puse traje de clarín más leve |
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Que la misma gasa. |
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De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo |
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Mi sillón de paja. |
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Fijos en la verja mis ojos quedaron, |
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Fijos en la verja. |
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El reloj me dijo: diez de la mañana. |
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Adentro un sonido de loza y cristales: |
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Comedor en sombra; manos que aprestaban |
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Manteles. |
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Afuera, sol como no he visto |
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Sobre el mármol blanco de la escalinata. |
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Fijos en la verja siguieron mis ojos, |
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Fijos. Te esperaba. |
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Peso
ancestral
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Tú me dijiste: no lloró mi padre; |
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tú me dijiste: no lloró mi abuelo; |
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no han llorado los hombres de mi raza, |
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eran de acero. |
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Así diciendo te brotó una lágrima |
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y me cayó en la boca; más veneno |
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yo no he bebido nunca en otro vaso así pequeño. |
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Débil mujer, pobre mujer que entiende, |
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dolor de siglos conocí al beberlo. |
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Oh, el alma mía soportar no puede |
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todo su peso. |
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La caricia
perdida
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Se me va de los dedos la caricia sin causa, |
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se me va de los dedos... En el viento, al rodar, |
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la caricia que vaga sin destino ni objeto, |
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la caricia perdida, ¿quién la recogerá? |
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Pude amar esta noche con piedad infinita, |
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pude amar al primero que acertara a llegar. |
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Nadie llega. Están solos los floridos senderos. |
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La caricia perdida, rodará... rodará... |
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Si en el viento te llaman esta noche, viajero, |
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si estremece las ramas un dulce suspirar, |
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si te oprime los dedos una mano pequeña |
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que te toma y te deja, que te logra y se va. |
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Si no ves esa mano, ni la boca que besa, |
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si es el aire quien teje la ilusión de llamar, |
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oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, |
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en el viento fundida, ¿me reconocerás? |
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(Languidez) |
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Voy a
dormir
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Dientes de flores, cofia de rocío, |
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manos de hierbas, tú, nodriza fina, |
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tenme prestas las sábanas terrosas |
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y el edredón de musgos escardados. |
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Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. |
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Ponme una lámpara a la cabecera; |
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una constelación, la que te guste; |
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todas son buenas, bájala un poquito. |
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Déjame sola: oyes romper los brotes... |
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te acuna un pie celeste desde arriba |
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y un pájaro te traza unos compases |
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para que olvides... Gracias... Ah, un encargo: |
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si él llama nuevamente por teléfono |
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le dices que no insista, que he salido. |
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