Definiciones útiles
Aparte:
2. m. Palabras que en la
representación escénica dice cualquiera de los personajes de la obra
representada, como hablando para sí o con aquel o aquellos a quienes se dirige y
suponiendo que no lo oyen los demás. U. t. en sent.
fig.
Mutis:
(Del it.
mutisi, muévase, retírese, voz con la que el apuntador indicaba a un
actor que saliera de la escena, imper. del ant. mutarsi,
moverse, retirarse, y este del lat. mutāre, mudar, irse de un
lugar).
1. m. Expresión que en el texto o en
la representación teatrales indica que uno o varios personajes deben retirarse
de la escena.
El espectáculo circense incluía la pantomima y el mimodrama. Por eso Alfredo Cattáneo, del
Politeama Argentino, propuso a los hermanos Carlo la pantomima de la novela de Eduardo Gutiérrez
Juan Moreira
(1879), el rebelde que había tenido gran recibimiento popular. Eligieron a José
Podestá para encarnar el personaje. Al principio fue pieza de picadero, entreverada con otros
números. Cuando comienza a hablarse, fija un texto y pasa al teatro cristaliza la obra: sucede a mitad
de la década del 80. No es menor la incorporación, primero espontánea, luego premeditada, de
Cocoliche, que hace el eco deformado del “gringo”, divirtiendo pero auscultando un latido social
intenso: el resistido extranjero, frente al gaucho y el compadrito local, será factor esencial de la
formación de la clase media rioplatense y de un nuevo público teatral.
Juan Moreira, con todas estas novedades abre distintos cauces.
Dramón gauchesco: a partir de este escalón comienza la consolidación del nuevo público que
asentará el teatro nacional y popular a partir de “Los óleos del chico” (1892) de Nemesio Trejo,
estrenada por la Compañía Podestá ya formada. En este primitivo drama criollo se reúnen todos los
tópicos: lo gauchesco con la protesta incluida contra la injusticia (la ley es tela de araña…), el gringo
que apadrina al chico, las escenas en la fiesta, luego en la comisaría, la presencia de los poderosos
(ricos o caudillos) a los que la ley beneficia, el final patriótico que remite más a la gauchesca anterior
que a la proyección futura del género. Teatro, público, compañías permitirán la rápida evolución de la
dramaturgia criolla.
Sainetes. Una división algo artificial y forzada dividiría las piezas breves que nacen a fines del siglo
XIX en distintas modalidades. Mejor sería admitir que esos modos podían convivir en la misma
pequeña pieza, si esta era dúctil. En una primera instancia el sainete de origen español y adaptación
criolla era una pieza breve, sentimental, azarzuelada y cantada muchas veces, con estereotipos
previsibles que tendían a entretener y moralizar. Si se trataba de la mención a un problema actual, el
costumbrismo del sainete se adensaba hacia la crítica y permitía asomar una conciencia social o
individual de la crisis. Todavía el sainete mantenía el espacio abierto para la interrelación y el
intercambio, el patio del conventillo generalmente, escenario del diálogo de costumbre, el reflejo de
los tipos humanos: trabajadores, compadritos, madres sufridas, vecinas chismosas. Los grandes
saineteros que proliferarían en la segunda y tercera década del siglo XX hicieron de este modelo
exitoso un cuadro inamovible (sobrevivió décadas en la estructura de cierto humor rioplatense
asainetado y llegó a la televisión que lo usó con provecho).
Grotesco. Si el drama de adensa y se interioriza, si el patio del conventillo se recluye en la pieza de
alquiler o en la modesta casa de la clase media baja, si se exhibe una conciencia del conflicto
familiar, entonces el género cambia. A veces el cambio no es radical y una pieza emblemática como
“Los disfrazados” (1906) de Carlos Mauricio Pacheco, considerada un proto grotesco, no se
diferencia sustancialmente de otras piezas breves contemporáneas. En “Los disfrazados” hay
canciones, escenas sentimentales, personajes populares del conventillo, pero asoma un personaje que
asegura que “el mundo es un carnaval”, que todos vamos disfrazados y ocultos tras una careta por la
vida. El desenmascaramiento será la clave de este otro género, el grotesco, en el que brillará el
nombre de Armando Discépolo. En “Mateo”, “Babilonia”, Stéfano”, Discépolo presentará el
conflicto del mundo que cambia, el derrumbe de los sueños del inmigrante que vino a “fare l
´América”.
A partir de 1930, con la fundación del Teatro del Pueblo, la recesión del teatro popular, el teatro por
horas como se llamaba, frente al cine, la consolidación de nuevas compañías teatrales, las formas de
género chico tenderán a desaparecer. La comedia, en la tradición que había iniciado Gregorio de
Laferrere en la primera década del siglo, se adaptará al cine, continuará la mixtura de realismo y
melodrama al que no poco seguiría aportando el teatro de Sánchez.
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